En el Recuento de los AñosEl final de la vida suele confundirse con los años que se han vivido, que por lo general esperamos sean muchos, llegar a viejos. Tendríamos que permitirnos la posibilidad del planteamiento desde otro punto de vista: ¿al final de la vida podemos decir que los años vividos fueron suficientes? De eso se trata el recuento de los años, aunque éste no siempre se presente en la vejez. Poéticamente se lleva acabo un ajuste de cuentas con el imprescindible: el tiempo. Que ha llamado a la puerta y es imposible hacer caso omiso de su llegada. La memoria se mezcla con la nostalgia, se confrontan los sentimientos y la vuelta al pasado es lo que hace que uno salga avante de la empresa. En el caso de aquellos que han llegado a ser denominados “adultos mayores”, este ejercicio no es sólo memorístico, los factores psicológicos influyen en las conclusiones a las que llegan. La percepción de la realidad en ellos es completamente diferente a la de un niño, sin embargo hablamos de los extremos más extraños de la vida: desde donde se comienza a aprender, y el otro, desde donde se pretende recordar.
La infancia, pasando por la adolescencia, hasta la madurez, es un reservorio donde el “viejo” suele frecuentar para buscar una redefinición de lo que ha sido su paso por la vida. Psicológicamente sus ejercicios de pensamiento van dirigidos a la enseñanza, a la comunicación de experiencias que logren mejorar la calidad de vida de las nuevas generaciones, de esas que andan el mismo camino. Sin dejar de lado esa ancianidad rechazada por la sociedad y las propias familias a las que una vez perteneció, la depresión que se hace presente en ellos y que los va dirigiendo a un final que pareciere muy esperado. Y es que en algunas culturas, las orientales específicamente, la longevidad es respetada moral y espiritualmente, obtienen en ella los consejos que la realidad inmediata no les permite. En nuestras culturas occidentales, el reconocimiento de esta etapa de desarrollo humano resulta difícil de asimilar, aún en estos tiempos que nos damos a la libertad de llamar “modernos”.
Si bien los años de experiencia no aseguran la eficiencia de los pensamientos, sí permite un amplio espectro de percepción de la realidad. Cuando el tiempo acompaña a nuestros ejercicios intelectuales, cuando es cómplice de las mejores creaciones, la edad deja de ser querella en los achaques corporales. Estas palabras son a guisa de reconocimiento de aquellos que han logrado jugarle una broma a los pasados y a las actualidades: las enfermedades, la contaminación ambiental, las crisis económicas, el narcotráfico, y todas las diferentes vicisitudes humanas. Aún más, manifestar el respeto por aquellos que con sus tantos años de existencia han sabido hacer frente a las existencias, manifestando posibilidades en la resolución de problemas y creando nuevas alternativas en aquellos jóvenes que pretenden no claudicar en los sueños. A juzgar por lo estudiado y analizado, en los “viejos”, la amistad y la lealtad se convierten en armas para comunicar las mejores y las peores noticias. En la historia del pasado se pueden encontrar los motivos suficientes para entender el presente, para hablar quedo y abrir consciencias. Entendemos entonces que el recorrido del “viejo” viene cubierto de victorias y derrotas, de éstas se pueden crear sus estrategias de guerra si aún confía en ellas. Finalmente, es la labor de cada persona preguntarse y definir claramente los recuerdos que quiere tener, porque a final de cuentas sólo son las satisfacciones lo que nos llevaremos después de la vida.
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