NEUROCIENCIAS:UNA PERSPECTIVA DESDE EL APRENDIZAJE Y LA EDUCACIÓN"Las actividades cognitivas son esencialmente actividades del sistema nervioso. Los avances de la neurofisiología aportan el conocimiento para la comprensión de los procesos cognitivos". ¿Cómo aprenden los niños? ¿Por qué hay niños que aprenden en forma temprana y veloz y otros que se muestran más lentos o emplean estrategias propias para aprender?¿Cómo enseñar en forma eficiente hábitos, normas, cultura en casa? ¿Cómo ser un profesor efectivo en la escuela? ¿Cómo potenciar en la casa y en la escuela los talentos de los niños? Las respuestas parecen esconderse en el cerebro, poderoso órgano que nos pone en relación con el ambiente y nos permite apropiarnos de sus características y modificarlas. El cerebro humano está diseñado para aprender; en forma constante y silenciosa, se van labrando nuevos circuitos por acción de la experiencia, desde antes de nacer y a lo largo de todo el ciclo vital. El cerebro humano se apropia de la experiencia, la elabora, la archiva y, al conocerla, la modifica. El cerebro humano es un sistema estructural y funcional diseñado para recibir información, integrarla de modo flexible y creativo y elaborar conductas destinadas a la adaptación. El cerebro humano posee dos características que lo diferencian del resto de los cerebros en la escala zoológica: una maduración lenta y laboriosa, que se lleva a cabo durante las dos primeras décadas de la vida, y una amplia y ávida apertura a la experiencia, la cual lo va modificando durante ese tiempo; esta característica se denomina "plasticidad cerebral". Los estudios neurobiológicos de la conducta, que se llevan a cabo en nuestros días, cubren la distancia entre las neuronas y la mente. Existe una llana preocupación por cómo se relacionan las moléculas responsables de la actividad de las células nerviosas con la complejidad de los procesos mentales. Carnine (1995), hace algo más de diez años atrás, ya se aventuraba a pensar que la investigación sobre el cerebro tendría repercusiones directas en la educación y, basándose en el trabajo del Premio Nobel de Medicina de 1972, Gerald Edelman, sobre la capacidad del cerebro humano para categorizar, postuló que esta capacidad podía ser la clave para comprender las diferencias individuales.
La tarea central de las llamadas neurociencias es la de intentar explicar cómo es que actúan millones de células nerviosas individuales en el encéfalo para producir la conducta y cómo, a su vez, estas células están influidas por el medioambiente, incluyendo la conducta de otros individuos (Jessel, et al. 1997). Precisamente, las neurociencias están contribuyendo a una mayor comprensión, y en ocasiones a dar respuestas a cuestiones de gran interés para los educadores; por ejemplo, hay evidencias según lo muestran las investigaciones de que tanto un cerebro en desarrollo como uno ya maduro se alteran estructuralmente cuando ocurren los aprendizajes (Bransford, et al., 2003). Hay que destacar la importancia del rol que juega la experiencia en la construcción de la estructura de la mente. El desarrollo no es solamente un despliegue, por decirlo de algún modo, de patrones preprogramados; hay convergencia en un conjunto de investigaciones sobre algunas de las reglas que gobiernan o dirigen el aprendizaje, una de las más simples, por ejemplo es que la práctica incrementa el aprendizaje: en el cerebro, hay una relación similar entre la cantidad de experiencia en un ambiente complejo y el monto de cambio estructural (Posner y Rothbart, 2005). La maduración funcional está determinada por información genética y provee las funciones que darán origen a habilidades básicas, mientras que la experiencia va enriqueciendo dichas habilidades, transformándolas en destrezas al servicio de la creatividad y del crecimiento cognitivo y social. El maestro que conoce los principios neurobiológicos que rigen la maduración cognitiva y emocional social del niño tiene en sus manos un buen recurso para diseñar su praxis docente, identificando ritmos y modalidades madurativas en sus alumnos y eligiendo recursos de enseñanza que le garantizan óptimos resultados. Conocer las bases del desarrollo cognitivo y afectivo infantil provee al docente de herramientas para enriquecer y potenciar de manera armónica los talentos de cada alumno observando también las posibles dificultades de aprendizaje.
Las investigaciones han demostrado que durante el desarrollo de nuevas vías neurales (Doetsch, 2005 y Schinder, 2002), nuestras sinapsis cambian todo el tiempo y es así como recordamos una y otra experiencia o vivencia. Hay quiénes hablan ya de neuroeducación, entendida como el desarrollo de la neuromente durante la escolarización (Battro, 2002a), no cómo un mero híbrido de las neurociencias y las ciencias de la educación, sino como una nueva composición original. Battro (2002b) señala que por razones históricas los caminos de la neurobiología y la educación tuvieron pocas ocasiones de encontrarse; por primera vez lo hicieron al buscar las causas de la debilidad mental y también en la indagación del talento excepcional. Lo interesante del asunto es que se afirma que la neuroeducación no ha de reducirse a la práctica de la educación especial solamente, sino que ha de constituirse en una teoría incipiente del aprendizaje y del conocimiento en general; y sobre todo, es una oportunidad de ahondar en la intimidad de cada persona y no una plataforma para uniformizar las mentes. Desde una perspectiva actual de integración y diálogo, entre la educación y la investigación en neurociencia cognitiva, Ansari y Coch (2006) afirman que el campo emergente de lo que es educación, cerebro y mente debería caracterizarse por metodologías múltiples y niveles de análisis en contextos múltiples, ya sea en la enseñanza como en la investigación. Sostienen que solamente a través de una conciencia y comprensión de las diferencias y las similitudes en ambas áreas tradicionales de investigación, tanto en la educación como en la neurociencia cognitiva, será posible lograr una fundamentación común necesaria para una ciencia integrada de la educación, el cerebro, la mente y el aprendizaje. Hoy gracias a los nuevos métodos "no invasores" como la resonancia magnética funcional se pueden obtener imágenes del cerebro en actividad, mientras el individuo piensa, mira, oye, calcula, habla, lee, etc. Algunos creen que se puede aplicar una "neurología inversa", es decir, que se puede ir de la observación del cerebro a la predicción del comportamiento. Especialistas en la temática afirman y explican que la corteza cerebral que se emplea en lectura de un texto varía de acuerdo a la lengua nativa de la persona que lee. Así un hablante inglés utiliza zonas de la corteza frontal, mientras que un hablante italiano, emplea áreas del lóbulo temporal, durante la lectura de un texto en su idioma nativo.Pero, como sucede con todo avance del conocimiento, la ganancia en el saber no es neutra y tiene connotaciones éticas. La Universidad de Harvard ha tomado la iniciativa bajo el liderazgo de Kurt Fischer en un programa llamado Brain, mind and education. Todavía es muy temprano para imaginar aplicaciones sistemáticas de las neurociencias cognitivas en la educación, pero se ha abierto una ventana en el estudio de la enseñanza y del aprendizaje. Los aportes de las neurociencias son unas herramientas muy provechosas para el ejercicio profesional en el ámbito educativo.
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